Por Belén Cianferoni.
Dice la Real Academia Española sobre los avaros: avaro, ra adj. Que tiene un afán desmesurado de acumular riquezas y escatima exageradamente en lo que gasta o en lo que da. Ej. Es tan avaro que, por ahorrar, no enciende la calefacción.Dicho de una persona,
también sust.: Un avaro como tú siempre
evita pagar la parte que le corresponde. Tacaño, agarrado, mezquino,
avaricioso, miserable, estrecho, apegado, avariento, cicatero, codicioso, ruin,
sórdido, usurero, envidioso, egoísta, interesado, rapaz, roñoso, ambicioso...
"rata" para los argentinos, "cutre" para los gallegos,
ávido de dinero… y mis favoritas: amarrete y devoto de la virgen del codo.
Todos conocimos o conocemos a uno en nuestra vida. Y si piensas que, en verdad,
las personas derrochadoras son las peores… pues, estimado lector, esta crónica
podría tenerte como protagonista.
El avaro no solo disfruta de
no gastar, sino que se regocija encontrando la salida más rápida, insólita y
rebuscada con tal de ahorrarse unos centavos. Le encanta ver cómo los demás
gastan sin culpa, mientras él se ríe —desde la miseria— por caminar cuadras
bajo el sol o aguantarse la sed durante horas, solo para tomar agua en su casa.
Extremo, pero cierto. son cosas que suceden en Santiago del Estero, y alguien
tiene que relatar la amarretería de nuestros pagos.
Reírnos un poco y también
aprender. Estuve investigando incansablemente entre los ciudadanos santiagueños
y conseguí tres anécdotas que prometen acompañarnos con el café o la espera.
Hice una curaduría de estas historias para que se rían… y si acaso son ustedes,
tranquilos, que no los voy a mencionar. ¿O sí?
Tercer puesto: El que no llegó al segundo por rata
Desde el interior de La
Banda llega este caso. Un pariente de un amigo bandeño protagoniza esta
historia: un viejo de manual, "ratonis in extremis". Había asado en
la casa del Tío Negro. Este, de buen corazón pero prevenido, invita a este
sujeto amarrete, pero —para evitar que se haga el vivo— le dice que traiga
Coca-Cola, que después él se la iba a devolver.
Mentira: no pensaba
devolverle nada. Solo quería que sintiera el peso de sus acciones pasadas. El
viejo cayó al almuerzo con las manos vacías. El Tío Negro, ya sabiendo todo, le
preguntó por la bebida para el fernet. A lo que el otro respondió: Difícil
armar una trampa para ratas, eh.
Segundo
puesto: La reina del desayuno gratuito
Esta mujer, de quien reservo
el nombre, se queda con la medalla de plata. Su majestad en la ratonería me
dejó sin palabras. Es la clásica compañera que llega demasiado tarde para
ayudar y poner plata en el asado, pero lo suficientemente temprano para elegir
con astucia qué va a comer.
Nuestra amiga se había
mudado a un departamento topísimo en la avenida Roca. Para estrenarlo, se nos
ocurrió organizar una merienda de amigas. Éramos cuatro. Cada una llevaría algo
para que la mesa sea digna de foto en redes. Ella, muy organizada, se ofreció a
hacer el sorteo de quién llevaba qué.
Llegó el día. Cuando
entramos a su departamento, todas nos sorprendimos: ¡todas habíamos llevado
medialunas y un litro de jugo! No lo podíamos creer. Nos mirábamos como
diciendo: ¿pero no era que sorteó todo?
Ella llegó, se hizo la
sorprendida y dijo: —"¡Ay, qué estúpida! Voy a tener que freezar todas las
medialunas y usar los jugos a lo largo del mes."
Nos ganó. Nos hizo comprarle
la merienda y el desayuno para un mes entero. Brillante.
Primer
puesto: Terapia emocional a bajo costo
Pensé que mi recuerdo iba a
ser el mejor caso de amarretismo… pero no. Una amiga se llevó el oro. Me lo
contó en primera persona.
Había sufrido una ruptura
amorosa muy fuerte. La habían dejado y nada calmaba su tristeza. Caminaba
durante horas por el parque, por la plaza. Nada alcanzaba para aliviar ese
dolor. La habían engañado con su prima, y sentía que todo se le derrumbaba.
Mi amiga siempre fue de buen
pasar. Trabajadora, racional. No muy creyente en la ayuda divina, más bien del
esfuerzo propio. Un día, durante una caminata, decidió entrar a la iglesia solo
para sentarse a descansar. En ese silencio, se largó a llorar al escuchar que
un grupo de mujeres rezaba una novena por una prima. Todo el dolor volvió de
golpe. Un sacerdote se le acercó, le ofreció un vaso de agua y contención. Ella
le contó todo. Sintió alivio. Salió más liviana.
Pero no fue la contención lo
que la dejó feliz.
—"¿Sabés qué? Es más
barato que terapia. Voy a venir a hablar con el cura cuando me sienta
mal."
El pobre hombre todavía cree
que puede devolver esta ovejita al rebaño. Pero nuestra amiga, la más astuta de
todas, encontró en la iglesia su consultorio gratuito. Se llevó el oro al
ratonismo.
Mientras escribía esta
crónica, se fue de este mundo el gran Pepe Mujica, ex presidente de Uruguay. Un
hombre admirable que no tenía todo lo que quería, pero amaba todo lo que tenía.
Creo que todos nos quedamos con varias de sus frases resonando, pero me quedo
con esta por sobre todas:
"Cuando
compras algo, no lo pagas con dinero. Lo pagas con el tiempo de vida que
tuviste que gastar para tener ese dinero."
Y si de ahorrar vida se
trata, tal vez estos amarretes sepan algo que nosotros no…
Por lo pronto, yo seguiré
aquí gastando el teclado, hasta que nos volvamos a ver.
Fuente: El Liberal