Por Roque Ariel Grande
Había una vez un candidato a gobernador de Córdoba que prometió a un pueblo construir un hospital nuevo. Ese era entonces el año 2007 de nuestro señor. Claro, como su eslogan de campaña era Paz y Trabajo, quién de los presentes iba a descreer de aquél que apelaba a valores propios de cristianos y como tal juntaba expresiones de apoyo por la necesidad de que Córdoba, se transformara en un territorio más federal, y menos feudal y centralista, que olvidara dejar de ser ciudad para poder ser Provincia.
Desgraciadamente la amnesia se apropió de ese candidato luego gobernador, Juan Schiaretti, y la promesa se revistió de chamuyo, tan evidente que resultaba poco comprensible la caradurez del olvido. Sin embargo el proyecto se reflotó en otra contienda electoral de la misma envergadura y como cosa de mandinga, los electores volvieron a confiar en los estandartes de descentralismo y necesidad sanitaria que requiere esta Provincia.
Ese hombre era José Manuel De La Sota, y corría el año 2011. No debería decir que el verso es la virtud más grande de los políticos argentinos, pero la historia se ensañó con los devotos electores y de nuevo la fantasía se apropió de las palabras.
Todo parecía que iba a quedar en la nada hasta que se inició un movimiento de suelos y se empezaron a erigir pilotes, columnas, y hasta en algunas áreas del edificio se construyó el techo.
Sí, el sueño del nuevo hospital de emergentología para la provincia de Córdoba parecía concretarse después de cuatro años y medio de silencio. Hasta que a fines del 2011 la obra se paro de golpe. Desde el Ministerio de Salud de la provincia reconocieron que no se pudo enviar fondos a la empresa que está a cargo de la construcción, Riva S.A.
Alrededor de 45 trabajadores esperan retornar con sus puestos de trabajos en el nuevo nosocomio, pero la obra sigue quieta después de seis meses.
Parece el tradicional cuento del tío, pero a casi cinco años de la promesa hecha, el nuevo Hospital Pasteur sigue siendo un dolor para los habitantes de la región de Villa María, donde sus vecinos inmunizados por la amnesia ya se han olvidado de los versos que seguramente como el Fénix, brotaran de nuevo en el 2015.