El “Higienismo” nace en la segunda mitad del siglo XIX a partir de los aportes de Louis Pasteur y su “teoría del germen”, unida al fenómeno del insalubre hacinamiento de la clase obrera en una desordenada urbanización generada por la revolución industrial. “Las sucesivas epidemias y endemias de viruela, fiebre amarilla o tuberculosis, entre otras, que diezmaban a la población en cada visita, llevaron a las zonas urbanas a una situación de sobre mortalidad respecto de las zonas rurales…
Este panorama llevó a los
médicos a una profunda reflexión sobre las causas que la motivaban,
desarrollando una corriente de pensamiento conocida como Higienismo, que
definía la nueva urbe industrial como un extenso campo patológico que debía ser
estudiado y reformado…”.
Esa idea impactó en el joven
santiagueño [Antenor Álvarez], estudiante de medicina, cuyos sentimientos
estaban marcados por asoladoras epidemias de su infancia. Recordó su pequeña
ciudad de Santiago del Estero, periódicamente castigado por las crecidas del
Río Dulce, calles de tierra a las que se arrojaban aguas servidas; la población
bebiendo del río, represas y acequias, y esta verdad le iluminó el alma con la
fuerza de una revelación: no se trataba de sanar cuerpos, sino de sanar
ambientes. Antes que los pacientes, eran las ciudades las que estaban enfermas:
no se trataba de individuos, sino de sociedades, y la conclusión llegó
fulgurante y comprometida. No bastaba con ejercer la medicina. Había que hacer
política.
Antenor Álvarez obtiene, en
1892, el título de Doctor en Medicina y Cirugía y regresa a su tierra natal,
seguramente en el Ferrocarril Central Argentino que en 1890 había llegado a la
Banda, y al año siguiente a la ciudad de Santiago del Estero, gracias al puente
negro que hoy atraviesa el “Tren al Desarrollo”.
Para tener una idea del
panorama sanitario de la provincia que recibió al flamante médico cabe indicar
que “En el año 1901, el índice de mortalidad en la capital santiagueña es el
más elevado del país. Las defunciones durante dicho lapso son consecuencia de
enfermedades infecto-contagiosas en el 66,5% de los casos. El núcleo urbano
cuenta en mayo de 1902, con 1620 casas que albergan entonces 11.409 habitantes,
de los cuales 8243 padecen severo paludismo. […] la mayoría de las viviendas
sigue desprovista de aguas corrientes y cloacas domiciliarias”. *
El estancamiento de las
aguas del Río Dulce, propició la proliferación de mosquitos, causando una
epidemia de malaria contraída en grado severo por más del setenta por ciento de
la población.
Así, con nueve años de
médico, Antenor Álvarez entiende que debía comprometer su destino profesional y
científico en la causa del paludismo, a cuya investigación se consagró en orden
a precisar los vectores de su contagio.
Responde así a esa
catástrofe con su célebre “Plan de Defensa Sanitaria para la ciudad y centros
rurales de la Provincia de Santiago del Estero”, en los que aplica los más
avanzados preceptos higienistas, por lo cual es aprobado por el Congreso
Nacional de Paludismo en 1902.
En una recordada ceremonia
del 9 de agosto de 1903, mil niños de escuelas primarias plantaron mil
eucaliptos en terrenos ganados al Río Dulce, tras rellenar el sector inundado.
Ángela Camaño, hermana mayor
de mi abuela paterna, participó como alumna y conservó intacto hasta el final
de su vida ese recuerdo. No estaban plantado árboles, estaban salvando vidas.
El total de implantación de
eucaliptos llegó a mil quinientos.
Para tener una idea de este
gesto, hoy en la misma proporción poblacional, implicaría reunir más de 35.500
niños y plantar 42.000 árboles.
[...] En 1903, desde la
presidencia del Consejo de Educación, [Antenor Álvarez] hizo que 1.000 niños
[alumnos de escuelas primarias, conducidos por sus maestras y maestros]
plantaran cada uno un pequeño árbol (principalmente eucaliptus] y que lo
cuidara, en lo que sería el futuro Parque Aguirre. De esa manera estaba
inculcando a los niños, además, la importancia del árbol, plantarlos y
cuidarlos.
[...] Siguiendo las
recomendaciones [de Antenor Álvarez], el gobierno de 1903 creó el Parque que
luego se denominó “Aguirre”. Era intendente Andrés Figueroa. Se convocó a 1.000
niños escolares, y cada uno plantó un eucalipto.
Conmueve pensar que el mayor
flagelo sanitario de la historia argentina, la fiebre amarilla que costó la
vida de 14.000 porteños durante la presidencia de Domingo F. Sarmiento, podría
haberse evitado con el mismo simple y genial plan del Dr. Álvarez. En efecto,
la oportuna parquización de La Boca y San Telmo habría acabado con los esteros
donde desovaba el mosquito vector de esa enfermedad que sembró tanta muerte y
pánico en aquella época.
[...] Como complemento de
ese plan de lucha contra el paludismo, el 17 de septiembre de 1904 hizo
inaugurar y habilitó la trascendental obra de aguas corrientes, ceremonia a la
que asistió el Ministro de Obras Públicas de la Nación, Ing. Emilio Civit.
El éxito del proyecto de
Defensa Sanitaria tuvo repercusión internacional y encumbró a Antenor Álvarez a
un sitial definitivo dentro de la historia del Higienismo.
* Dr. Vicente Oddo: “Cien
años de medicina”, en: Retrato de un Siglo. Número del Centenario del diario EL
Liberal. Santiago del Estero. 1998. p. 205.
°Los textos fueron tomados
del libro "Antenor Álvarez" de Antonio Virgilio Castiglione.
Publicado en Santiago del Estero, durante el año 2020.
PuBLICADO EN Santiago
del Estero, Historia y Cultura