LA REPUBLICA
PERDIDA
Por Jorge R. Enríquez
El 25 de abril de 2013 quedará en los
anales de la historia argentina como una fecha nefasta. En la madrugada de ese
día el Congreso Nacional avanzó de un modo inédito en las últimas décadas sobre
la independencia del Poder Judicial.
El
retroceso institucional que vivimos es el más profundo desde el advenimiento de
la democracia, a fines de 1983. Jamás se nos hubiera ocurrido, en medio del
fervor democrático y republicano de aquellos días, que la propia democracia
pudiera ir deteriorándose desde adentro como lo comprobamos en estas jornadas.
He
expuesto ya por qué considero que estas leyes de la impunidad –me refiero a las
tres que importan, ya que las otras no son más que el envoltorio amable de la
daga- son por su contenido inconstitucionales. Quiero detenerme ahora en el
procedimiento. En el Estado de Derecho las formas son tantas o más importantes
que el fondo. Quien habla despectivamente de la “democracia formal” es, sin
dudas, por lo menos un autoritario y muy probablemente un fascista.
Que
un paquete de leyes de tamaña importancia haya sido tratado con la celeridad
que puede esperarse de una declaración de interés de cierta fiesta provincial
del rabanito, nos indica con claridad qué rol y qué trascendencia le asigna la
presidente de la Nación al Poder Legislativo.
Ni los propios legisladores oficialistas sabían muy bien qué debían votar.
La orden era no tocarles ni una coma a los proyectos. Fueron en vano los
intentos de plantear las muy serias objeciones constitucionales que hicieron
los bloques opositores y la comunidad jurídica en general. Sólo se admitió una
leve modificación planteada por una ONG que consideran propia tropa, el CELS.
Pero aún en este caso el vocero de la entidad, Horacio Verbitzky, se trenzó en
un debate con el Secretario de Justicia, no tanto sobre las bondades de una u
otra opinión, sino más bien sobre cuál de ellas representaba mejor la visión de
la presidente de la Nación.
La
cereza del postre fue la escandalosa votación en la Cámara de Diputados. Como
el kirchnerismo dudaba de contar con los votos suficientes para todos los
artículos en particular respecto del proyecto sobre el Consejo de la Magistratura,
pretendió primero que se votara en general y en particular simultáneamente, en
una abierta violación reglamentaria. Más tarde, al aprobar el artículo 2º, que
se refiere a la integración del nuevo Consejo “democratizado”, el tablero
indicó que se habían obtenido 128 votos, es decir, uno menos que los
necesarios. Entonces, dos diputados señalaron que no habían quedado registrados
sus votos y se les permitió votar nuevamente, con lo que se llegó a 130
voluntades. La oposición va a plantear la nulidad de la ley. Es dudoso que la
justicia acoja esa pretensión, porque tradicionalmente ha considerado al
procedimiento de formación y sanción de las leyes como una cuestión política no
justiciable, aunque esa doctrina comenzó a cambiar hace unos 20 años y la Corte
actual declaró la invalidez de una sesión del Senado en 2007.
A las
groseras inconstitucionalidades del contenido, se han sumado las
irregularidades del procedimiento. Muchos argentinos han de pensar, al ver tan
pisoteada a la República, lo mismo que el fantasmagórico ministro de Economía,
Hernán Lorenzino: “Me quiero ir”.
Sin
embargo, no es tiempo de perder la esperanza en alumbrar un prevenir venturoso,
porque mientras más oscura sea la noche, más cerca está el amanecer.
Como bien
señaló nuestro querido Papa Francisco a Cristina Fernández en una carta que
ésta aviesamente ocultó, tengamos fe en “los hijos de esas queridas tierras
argentinas, que se esfuerzan cada día por dar lo mejor de si mismos a la patria
que los vio nacer y anhelan ser protagonistas de un presente sereno y
constructores de un futuro luminoso, en donde el amor recíproco sea la puerta
que abra a la esperanza y a la mutua confianza, al respeto recíproco y a la
colaboración generosa”.
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