jueves, 25 de julio de 2019

LOS 466 DE UN SANTIAGO QUE ESTA SOLO Y ESPERA


Somos la tercera provincia con el índice más alto de deserción escolar.
Somos la cuarta con mayor desnutrición infantil.
Somos la primera en sueldos más bajos y en la única donde un médico cobra un contrato basura de $8500.



Somos 466 años de continuidad casi sin fisuras de un sistema político que ha hecho de la pobreza un horizonte estratégico, de la enfermedad un negocio, del analfabetismo una herramienta, y de la pobreza un clima que favorece todo tipo de explotación.

 Es verdad que no todo tuvo mala fe, que hubo también errores, pero ello no exime a nadie de su cuota de responsabilidad.

Es sabido que quienes más pueden, más deben!! Las culpas son tan repartidas como compartidas y solo un gesto de infantilismo político puede llevarnos a creer que nada tuvimos que ver en este fracaso colectivo.

En política los triunfos y fracasos se conjugan siempre en plurales. No han sido pocos los que lucharon para evitar lo que nos pasó y tampoco lo son quienes pretenden hoy iniciar una tarea de reparación.

Tenemos que empezar a construir ese espacio, ese sitio desde donde comprometernos con el destino de todos para hacer un aporte fundamental a un debate que hoy está ausente.
Tengo la necesidad como creo la tienen muchos de cumplir con el deber de comunicar y socializar saberes e ideas, democratizándolos, haciendo que se vuelvan fértiles, de modo que lo que tenemos para dar no se quede de manera estéril estancado en un lugar pequeño y estrecho, sino que se convierta en la siembra que nos permita augurar días más promisorios.

Tenemos que acercarles a todos y en especial a los más postergados que son la mayoría de nuestros comprovincianos, primero una explicación del porqué de sus desgracias, pero luego de eso hay que darles también las razones que funden la esperanza de un cambio posible.

 Sabemos que en Santiago nacer pobre y morir pobre es una tragedia, pero peor que eso es que nadie tenga la decencia de explicarles el por qué.

Por esa causa no dudo en que la peor corrupción es la de la dirigencia que ha instalado en nuestra cultura, la perversa certeza de que la pobreza es inevitable.

Hay que terminar con la infamia de esa burda mentira disfrazada de sensatez. En su lugar creo que debemos ayudar a instalar otra certeza, que se constituya en el motor de nuestro porvenir.

Hay que empezar la reconstrucción de la idea de que un mundo más justo, más bueno y bello es posible.

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