viernes, 12 de agosto de 2011

LA NEUROSIS DEL PODER

 
 por Fernando Gonzalez Director Periodístico


Este domingo los argentinos vamos a experimentar el primer intento electoral concreto para superar la crisis política e institucional que sumergió al país adolescente en diciembre de 2001. Néstor Kirchner diseñó las primarias internas para revitalizar el bipartidismo a partir de la certeza de que el peronismo podría aventajar sin problemas a la UCR, el partido cuya imagen quedó destrozada tras aquellos días de cacerolas y desintegración social. En sus charlas en la Quinta de Olivos describía esa posibilidad y se imaginaba como candidato a presidente enfrentando a Ricardo Alfonsín. No lo respetaba políticamente y estaba seguro de ganarle la pulseada. Su corazón no se lo permitió pero la ecuación terminó siendo parecida a sus deseos.

n Neurosis narcisista. De todos modos, la génesis de las elecciones primarias internas demuestra que los proyectos institucionales en la Argentina se ponen en marcha desde la perspectiva de las ventajas personales. Lejos están de fortalecerse los partidos políticos y la prueba es que el domingo no se resolverá la interna de ninguno a nivel presidencial. Las apuestas apuntan a conservar el poder o a disputarlo para acceder a sus beneficios.
Si el síntoma de decadencia del menemismo fue la facilidad con la que muchos de sus integrantes convivieron con la corrupción, el kirchnerismo parece no poder resistir nunca a la tentación de ejercer salvajemente el poder así se trate de la conformación de listas de candidatos, de la relación con los empresarios o la utilización política del fútbol. En su notable ensayo “La neurosis del poder”, el psicólogo Piero Rocchini analizó el comportamiento de la generación política italiana que se desbarrancó hasta caer en el Mani Puliti que terminó con muchos de ellos en la cárcel.
Luego de asistir psicológicamente durante nueve años al parlamento italiano, Rocchini critica lo que definió como “neurosis narcisista” de aquellos dirigentes: “Es una patología por la que se consideran personas importantísimas; creen ser el centro del universo y que los demás existen para girar alrededor suyo”. La degradación del sistema político italiano hace 15 años debiera ser un espejo para que la dirigencia argentina no imite esos errores.
La entereza con la que Cristina Kirchner emergió del fallecimiento de su marido la convirtió de inmediato en candidata a la reelección de un kirchnerismo que jamás se detuvo a pensar en la alternativa de un heredero político que no fuera la Presidenta. Y Alfonsín sorprendió a su partido sacándose de encima a dos rivales internos. A Julio Cobos lo sepultó después de vencerlo en una elección bonaerense en la que el vicepresidente iba a aliado a los debilitados caudillos radicales de la provincia. Y el senador mendocino Ernesto Sanz ni siquiera llegó a enfrentarlo. El peso del apellido fue suficiente para que Ricardo se encaminara derecho a la candidatura presidencial y ensayara otro par de gestos de audacia. Eligió al economista Javier Gonzalez Fraga como candidato a vice y selló un acuerdo con Francisco De Narváez para gobernador. Así buscó achicar el déficit de competitividad electoral que la UCR arrastra desde hace una década.

n Fango peronista. En estas horas previas de incertidumbre, en la Casa Rosada buscan darse ánimo gritando en los pasillos que si el slogan del 2001 fue el “que se vayan todos”, el de estos tiempos es “que se queden todos”. La conclusión del kirchnerismo es obvia y contundente: para ellos, Cristina se va a quedar también.
Claro que en los planes que Néstor hizo hace dos años y en los de Cristina hasta hace poco más de un mes no figuraba el tercer protagonista de esta elección primaria que va a servir como laboratorio de ensayo para las presidenciales del 23 de octubre. Enancado en un caballo que empezó a cabalgar con el caso Schoklender, que aceleró con las dos holgadas victorias de Mauricio Macri, que mantuvo el tranco con la sorpresa santafesina de Miguel Del Sel y que ahora sacó la fusta para tratar de aprovechar el factor atemorizante de la crisis financiera global, Eduardo Duhalde se sumó a la disputa de fondo. Una irrupción que parecen no registrar los encuestadores pero que crece con velocidad en el terreno siempre fangoso del peronismo.
El resultado del domingo no definirá la sucesión presidencial pero trazará un mapa de lo que viene. Dirá cuán cerca de la reelección está Cristina o si Alfonsín o Duhalde están en condiciones de desafiarla a un ballottage y derrotarla. De eso se trata entonces. Los diez años que pasaron desde la crisis por la que Argentina asomó al precipicio todavía no alcanzan para que los proyectos de gobierno se vuelvan más importantes que la mera disputa del poder.

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