martes, 30 de agosto de 2011

SEXO CON CULPA

¿Por qué ciertos deseos, fantasías o conductas sexuales encienden la alarma de "lo que no está bien"? ¿Qué estás dispuesto a hacer con lo que tanto pide tu cuerpo y tu mente?  



¿Por qué ciertos deseos, fantasías o conductas sexuales encienden la alarma de "lo que no está bien"? ¿Qué estás dispuesto a hacer con lo que tanto pide tu cuerpo y tu mente? Por Juan Yesnik




Por Juan Yesnik
Especial para RevistaOHLALA.com


     Ante todo, dejémoslo en claro: la culpa es una sensación, un sentimiento negativo que surge cuando creemos haber transgredido alguna norma. En este sentido, ¿qué cosas suelen o podrían hacernos sentir culposos en material sexual?

Más allá del sinfín de posibilidades, universales y personales (sobre las que ya intentaremos avanzar), debemos reconocernos como hijos de una cultura donde la moralidad sexual inhibe y, en la mayoría de los casos, limita y atenta contra el bienestar físico y emocional.

Por lo pronto, desde lo más básico y primario, somos parte de una sociedad consensuada en torno a la heterosexualidad y la monogamia. Todo lo que escapa a "lo estándar" transgrede "lo que hemos aprendido". A partir de esta premisa, podemos comenzar a sumar todos los otros aspectos del escenario de la vida sexual, muy pocas veces reconocida como algo natural y saludable, donde la culpa es la "alarma" frente al "pecado" o a "lo que no corresponde".

El sentimiento de culpa asoma como la tarea del celador o del custodio personal del deseo. La culpa, en definitiva, funciona como un mecanismo interno de control frente a ciertas conductas o pensamientos. De hecho, podemos llegar a sentirnos culposos por el sólo hecho de tener ciertas fantasías sexuales o sueños eróticos. Un primer escenario interesante para empezar a escuchar y a hacernos responsables de nuestras pulsiones o "voces interiores".

Es importante identificar y aceptar lo que nuestras mentes rumian o piden a gritos. Los bebés lloran porque tienen hambre y callan cuando consiguen la leche y el abrazo que tanto necesitan; "el cuerpo" (de pies a cabeza y desde la piel hasta el centro de las entrañas) también llora cuando se le inhibe de la posibilidad de sentir, explorar y alimentarse de ciertos nutrientes emocionales. Cuando recibe y vive lo que desea, "el cuerpo" se reconforta y se estabiliza.

Buen momento éste para regalarse, al menos, la posibilidad de tomar contacto con eso que tanto deseamos, con lo que solemos reprimir o con lo que podemos llegar a censurar por culpa. Incluso, para quienes hayan sorteado "la primera línea", preguntarnos si vale la pena, o no, sentir la supuesta condena de la moralidad sexual.

¿Culpa por tener sexo en una primera cita?, ¿por gozar con alguien "prohibido" o que no está bien visto?, ¿por practicar más de una técnica o posibilidad de goce?, ¿por fingir un orgasmo?, ¿por pensar en otros cuando estamos con ellos?, ¿por alguna infidelidad?, ¿por tener curiosidad por experiencias homosexuales?...

En definitiva, son nuestras creencias las que condicionan hasta la más "condenable" de las prácticas o deseos. Cada quien sabe qué y hasta dónde y, sino, salir en busca de nuevas posibilidades de entender el sexo y sus "limitaciones".

Esta nota no ofrece soluciones sino que invita a hacernos cargo de lo que estamos dispuestos a vivir y a cómo vamos a hacerlo. El sexo es una elección (racional y emocional) responsable.

Entonces: ¿qué es lo que tanto deseamos?, ¿qué es lo que nos despierta tanta curiosidad?, ¿qué será mejor para nosotros: evitarlo u ocuparnos? ; ¿Y si lo charlamos (pareja, amigo, profesional.)?, ¿qué estás dispuesto a perder o ganar?, ¿habrá que pensarlo demasiado o ponerlo en acto sin dar tantas vueltas?, ¿cuál es el límite?, ¿cuál es la culpa?, ¿es culpa?

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