LA DÉCADA
DESPILFARRADA
Por Jorge R. Enríquez
El próximo 25 de mayo el gobierno kirchnerista
cumple diez años. Para nuestro deshonor, un matrimonio ha gobernado una década
y para el final del actual mandato habrá alcanzado doce años ininterrumpidos en
el poder, dos más que Menem y tres más que Perón (salvo que se cuente como
inicio de este último el 4 de junio de 1943, fecha del golpe de Estado que
habría de derivar en el peronismo).
El Poder Ejecutivo está preparando grandes
festejos para el 25 de Mayo. Como siempre, pero en esta ocasión con mayor
intensidad (la superstición del sistema decimal, habría dicho Borges), le
dará a la fecha patria un tinte partidario. Ya los avisos en Fútbol para Todos
hablan de dos cifras: 203 años de la Revolución de Mayo y 10 años de...algo que
no se nombra con precisión, pero que dio inicio, según la publicidad, al
trabajo y a cuanto pueda imaginarse como deseable en un país. El televidente se
queda con la impresión de que hace una década la Argentina fue
refundada (el "re" es una concesión a los patriotas de Mayo).
La propaganda oficial se refiere a la "década
ganada". Un breve repaso de los años kirchneristas permite llegar
fácilmente a la conclusión opuesta.
En el aspecto económico, luego de transitar por los mejores tiempos que la
Argentina pudo vivir en cuanto al contexto internacional - altísimos precios
de los commodities, bajas tasas de interés, etc. -, terminamos con un
insólito cepo cambiario como burdo intento de evitar la fuga de
dólares, mientras nuestros países vecinos procuran lo contrario, que no
les lluevan las divisas para que sus monedas no se aprecien demasiado.
Alta inflación - récord en el continente, junto a
Venezuela -, que pasó del 13,4 % en 2003 al 23,7 % en el último año, estancamiento,
bajísima inversión, aumento del desempleo, disminución de
la productividad, pésima infraestructura, lamentable servicio de
transportes, pérdida del autoabastecimiento energético, que nos ha llevado al
absurdo de gastar $112.000.000 por día para subsidiar los consumos de gas y
electricidad, brusca caída del stock ganadero, crecientes problemas de
competitividad, baja de las reservas del Banco Central,
aumento sideral del gasto público, déficit fiscal financiado con emisión
monetaria, incertidumbre, persistente baja de la confianza.
En el plano internacional, aislamiento, alianzas con autoritarismos
(Venezuela, especialmente) o teocracias (Irán). Indiferencia, primero, y
ya franca hostilidad de la comunidad de países avanzados por la reiteración de
incumplimientos de compromisos. Conflictos con las naciones vecinas y virtual
extinción del Mercosur.
En el campo social, desbordante clientelismo, que condena a millones
de compatriotas a ser siervos en un inmoral pacto de vasallaje que los congela
en su situación de pobreza y les impide crecer como ciudadanos, hipotecando
nuestro futuro, conclusión a la que se arriba cuando las estadísticas nos
indican que 4 de cada 10 chicos y adolescentes sufren la pobreza en la
Argentina.
En esa situación hoy se encuentran según el
fabulador INDEC 2.200.000 argentinos, o sea el 5,4 % de la población. Cifra
tramposa. porque la realidad plasmada por el Observatorio de la Deuda Social de
la UCA nos indica que 11.000.000 de compatriotas (el 26,9%) están en ese estado
de pauperrimidad.
Idéntica disparidad se observa cuando hablamos de
indigencia: mientras el mendaz organismo gubernamental, partiendo de la cínica
premisa que una persona puede vivir con 6 pesos por día, dibuja el número de
600.000 personas (1,5 %) que se encuentran en esa desdichada condición; la
investigación de la referida Universidad, por su parte, arroja el tristísimo
dato de 2.200.000 (5,5%) de indigentes.
En el ámbito educativo, constante pérdida de la calidad de la enseñanza y
de los días de clase. Supresión de toda idea de rigor y de excelencia.
Facilismo y muchachismo en el mundo de la información y de la competencia.
En el terreno institucional, deliberado debilitamiento de los partidos,
sometimiento del Congreso e intento de subordinación absoluta de la justicia,
asfixia del federalismo, concentración de todo el poder en la presidente,
alarmante crecimiento de los índices delictivos y, por ende, de la inseguridad
pública.
Avasallamiento de la libertad de expresión a través
de las más variadas vías, particularmente la ley de servicios comunicación
audiovisual, desde cuya sanción el 94 % de los medios creados ha sido estatal,
generándose así un formidable monopolio mediático al servicio del
kirchnerismo.
En el marco moral, sin dudas el gobierno más corrupto de la historia argentina, con un
estilo de robo tan descarado que será algún día objeto de novelas como las de
Vargas Llosa, García Márquez o Roa Bastos.
¿Cómo llamar a esta década? Acaso la década
despilfarrada.
El daño es enorme. Son enormes también las reservas
morales de los argentinos, que sabremos salir del atolladero y terminar algún
día con esta ya muy larga decadencia.
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