miércoles, 25 de septiembre de 2013

CALLADITOS COMO OVEJAS


Los electores santiagueños siguen sin poder ser conducidos por buenos “punteros políticos”.
Los miles y miles de seguidores que aplaudieron y aplauden las acciones (administrativas y políticas) de Gerardo Zamora, están disconformes por los candidatos a diputados provinciales. Lo mismo ocurre entre las huestes que acompañan la campaña política de Emilio Rached. Y, consecuentemente, también hay bronca con la lista presentada por la dupla Héctor Ruiz-Marcelo Nazar.
Nos referimos a la actitud de los cobardes que están callados y aplaudiendo en los momentos que tienen que alzar la palabra, aceptando siempre sumisos el uso y abuso que perpetra el “jefe político”.
Hoy, es tarde plantear que Zamora puso amigos y un familiar. Que Rached colocó en la lista a su hija. Y que Ruiz se animó a anotar como candidata a diputada provincial a su mujer.
Esto ocurre porque todos los que se auto titulan “punteros” no saben (porque nunca practicaron) nada de los que significa hacer política. La seria. Esa que sirve, que ayuda y que es solidaria.
Es que los “dirigentes” nuestros confunden adhesión a un proyecto político con el chupamedismo aplaudidor, bajo, denigrante.
Convengamos que nada saben de la militancia diaria en defensa de principios (no de “códigos”) de la bandería política a la que abrazamos siendo joven y que se la debe respetar con la misma intensidad cuando se llega a viejo. (El peor ejemplo se anota en la actualidad, en la figura del abogado César Eusebio Iturre que está ejerciendo el cargo de diputado provincial del zamorismo -banca que obtuvo a través de una lista “colectora”-, pero para el 27 de octubre figura como candidato a gobernador del chabaísmo).
En definitiva, ser verdaderamente dirigente político (se le dice “puntero”) es quien logra un grupo de amigos y, todos  juntos, detrás de un bien común, conforman un grupo, una agrupación o un partido. Desde allí arranca la militancia que se nutre con objetivos claros de un banderín político, amistad sincera, trabajo sin horarios y mucha solidaridad con el barrio, el pueblo o la ciudad. Es la única forma de alcanzar el grado de dirigente o “puntero” político.
Desde esa representación se adhiere a un gobernador, a un intendente o a un senador. Desde esa representación se debate, se discute y se pelea dignamente, alzando la palabra, por ejemplo, para defender una candidatura u oponerse a otra.

La realidad del chupamedismo

Este viernes 20 de septiembre, en Santiago, los que se dicen “dirigentes políticos” andaban en los alrededores, desorientados y esperando que “me pongan en la lista”, mientras el gobernador, el intendente o el senador, en la famosa “pieza chica”, elaboraron las nóminas a diputados provinciales de cada sector político.
No es la forma de nominar candidatos, se sabe. Pero como dice el antiguo refrán: “la culpa no es del chancho, sino del que le da de comer”.
Y esa culpa y es de la caterva de incondicionales. Todo porque siempre siguen al “líder” para aplaudirlo y regocijarlo con vivas y elogio. Son los que nunca le exigen al “líder” un plenario, una asamblea o una reunión para formular los planteos políticos con respeto y altura; siempre en representación de la gente y no a título personal.
Concretamente, en Santiago del Estero no hay ni dirigentes ni “punteros”. Lo que sobran son oportunistas. Esos que por estas horas murmuran y hablan pestes de sus “líderes” y de los candidatos propuestos,  son los mismos que mañana, cuando el gobernador, el intendente o senador organicen el acto de proclamación, van a volver a rodearlos para felicitarlos y aplaudirlos.

¿Todos somos iguales?

¿De dónde salen los “líderes”? ¿De dónde salen los “punteros”? Salen de nuestra sociedad. No se busquen otros orígenes. Somos todos iguales.
El siempre relevante Héctor “Etino” Farías (escribano, abogado y destacadísimo diputado radical en la década del ’80, y ahora catedrático universitario), preguntaba en tiempos del esplendor juarista: “¿Por qué no nos mirarnos en el espejo para saber que todos tenemos algún rasgo de Carlos Juárez?”.
Humildemente, agregamos que si nos ponemos frente al espejo vamos a encontrar que tenemos muchos rasgos no sólo de Juárez, sino también de Juan Felipe Ibarra, que se dio el lujo de cerrar la Legislatura, perduró 30 años en el poder y provocó el éxodo de la mejor gente de Santiago.
Y esto es gravísimo. Significa que si algunos de nosotros llegáramos a ser gobernador, intendente o senador, vamos a repetir los mismos usos y abusos del poder, justamente, porque estaríamos rodeados de los mismos oportunistas, chupamedias y aplaudidores que se callan a la hora de levantar la palabra, y a los que llamamos “dirigentes” o “punteros” políticos.
Quizá cambie esta historia algún día, luego de una larga práctica de la política en serio: participativa, solidaria, democrática y republicana. En la que desaparezcan los “tatas”, los “líderes insustituibles” y los mendicantes mal llamados “punteros”.
Será, entonces, la época de gloria cuando el buen ciudadano aprenda a elegir al mejor militante para convertirlo en dirigente que luego respalde al gobernador, intendente o senador.
¡Enhorabuena! Porque Santiago habrá comprendido que la política es compromiso y capacidad. 

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