lunes, 27 de marzo de 2023

LA HISTORIA DE PERON , su niña “amante” de 14 años y el loro que cantaba la marchita

 por Demian Orosz

En “La niña de sus ojos”, su nueva novela, Vicente Muleiro explora desde la ficción la relación que protagonizaron Juan Domingo Perón y Nelly Rivas, una chica de 14 años.

El relato estaba escondido en el cajón donde se guardan las historias incómodas. La niña de sus ojos, la nueva novela del escritor y periodista Vicente Muleiro, se mete en las bambalinas de un episodio sentimental que escandalizó a propios y ajenos en la década de 1950. Los protagonistas fueron Juan Domingo Perón y Nelly Haydee Rivas, una estudiante de secundario que se convirtió en su amante.

El romance entre el General y Nelita arrancó en 1953, tras la muerte de Evita. Las jóvenes de la Unión de Estudiantes Secundarios visitaban con frecuencia la Quinta de Olivos. Allí se produjeron los primeros intercambios de miradas y los pasos de seducción apenas disimulados que culminaron en noches tiernas y ardientes en las habitaciones del Palacio Unzué, la afrancesada residencia presidencial que se ubicaba donde hoy se erige la Biblioteca Nacional, en el barrio porteño de Recoleta.

 

Perón tenía 58 años, Nelly había cumplido 14. La historia de amor en la que se habían enredado era el caldo de cultivo de todo tipo de chismes morbosos sobre la relación entre el “tirano” y la niña que encarnaba el cuerpo violado de la Nación.

Tras el sangriento golpe de 1955, a manos de la autodenominada “Revolución Libertadora”, el largo exilio que iniciaba Perón dejó a Nelly desamparada y la arrojó en un calvario. La dictadura la persiguió y acosó también a su familia, en el intento de librar una orden de detención internacional por estupro contra el presidente depuesto.

En La niña de sus ojos se recoge, además, una leyenda urbana, que le otorga a la novela tintes melodramáticos y un punto de comedia. En paralelo a la historia del romance prohibido y su infeliz desenlace, Muleiro sigue los pasos de un loro hablador que había aprendido a cantar la marcha peronista. Entre otras gracias, decía “Cuervo a la vista” cuando veía a un cura, además de poseer todo un repertorio de puteadas de tono político.


Empezar una conversación

Según cuenta la leyenda, sobre la cual la novela elabora su propia versión, tras el derrocamiento de Perón el loro (que en la ficción se llama Tehuelche) fue sacada del Palacio Unzué por el cocinero de la mansión y resguardado en una casa de la ciudad de Lanús, de donde un día se fugó. Pasó un tiempo saltando de árbol en árbol mientras cantaba Los muchachos peronistas, hasta que fue atrapado y fusilado por un pelotón policial.

En una nota final, Muleiro revela que una de las fuentes principales de la novela fue el libro Amor y violencia, de Juan Ovidio Zabala, un abogado radical que defendió a Nelly Rivas en la causa judicial armada por la dictadura tras el golpe. Cuenta también que los sucesos históricos relatados, los personajes reales y algunos inventados se procesaron en una obra de creación, con el “convencimiento de que las ficciones suelen entregar certezas que finalmente resultan más necesarias”.

 Nelly logró tener un último, fugaz y tenso encuentro con Perón en 1973, cuando acudió a verlo, acompañada por su marido. Murió en 2012, viuda y en la pobreza, sepultada en el olvido.

–¿Ya conocías la historia de Perón y Nelly? ¿Hubo algo por lo cual se activó la idea de escribirla?

–La activó algo que pasó en una reunión de amigos. Un periodista que hoy tiene 102 años, Pepe Quintana, quien trabajó en el diario Crítica, me contó la historia del loro que le habían regalado a Perón después de que se muere Eva. Perón le había enseñado a cantar la marcha peronista y otro tics graciosos. Cuando vino el golpe, al loro se lo llevaron a Lanús y tuvo una historia muy particular, porque se escapó y andaba cantando la marcha por el barrio. Me pareció que eso era un hecho que sumaba a la gramática de la resistencia y que, además, tenía un paso de comedia. Entonces me puse a escribir sobre eso, pero haciendo un paneo sobre la época me encontré con la estadía de Nelly Rivas en el Palacio Unzué. Y bueno, me atrapó también esa historia. Sobre todo teniendo en cuenta la masacre que hace con esa chica la Libertadora una vez que dan el golpe. O sea que a la novela la disparó el loro, y después se cruzó con la historia de Nelly.

 –Existieron aparentemente estos loros que cantaban la marcha peronista…

–Me vengo a enterar, una vez que sale la novela, que había como una leyenda urbana sobre estos animales, pero también me contaron sobre casos específicos de algunos loros que efectivamente cantaban la marcha. Algo de eso hubo. El decreto 4.161, de marzo de 1956, del gobierno de Aramburu, prohibía cantar la marcha peronista, prohibía nombrar a Perón y a Eva, y cualquier simbología del período de Perón en el gobierno. Entonces, estas cosas clandestinas pasaron a ser representadas por estos animales. Después es difícil deslindar cuánta potencia de realidad y cuánta leyenda hay, pero eso es precisamente lo atractivo. Esa vacilación, de si fue o no, es el alimento de la ficción.

 –¿Te propusiste hacer más que nada un ejercicio de imaginación que explorara un plano de la intimidad de estos dos personajes, metiéndote en la cabeza y en las emociones de Perón y de Nelly?

–Yo hago un estudio de ese período histórico antes de escribir, respeto los datos macro, las fechas, pero después de estudiarlo lo olvido, para que la imaginación haga su trabajo y encuentre otros sentidos que por ahí no son los que te da la historiografía. Entonces sí, claro, por sobre los datos duros, cuasi periodísticos, dejé librado el relato a la imaginación. Obviamente que la vida emocional nunca se registra con fidelidad, ni siquiera en una autobiografía. Cuando uno cuenta eso, ya está haciendo un registro que tiene que ver con lo literario.

 –En la nota final mencionas algunas fuentes, pero decís que decidiste no hacer una investigación de campo. ¿En algún sentido querías despegar a “La niña de sus ojos” de la novela histórica?

–Yo no creo que exista la novela histórica. Cuando uno hace un reflejo de un período histórico, ya está contando otra cosa, lo está haciendo pasar por el tamiz de la sensibilidad. No hay esa cosa llamada “objetividad”, ni siquiera en el periodismo, mucho menos en la ficción. Qué fidelidad se puede rastrear en El general en su laberinto, de García Márquez, sobre Bolívar. O en Yo el supremo, de Roa Bastos, sobre el dictador paraguayo José Gaspar Rodríguez de Francia o en El señor Presidente de Miguel Ángel Asturias. Hay un respeto al marco histórico, y después está el escritor buscándole sentidos nuevos, algunos de los cuales son deliberados y otros se le escapan.


ROMANCE PROHIBIDO

–El romance de Perón y Nelly fue un episodio que provocaba rumores escandalosos: una chica de 14 años con un señor mucho más grande que, además, era el presidente de la Nación. ¿La dictadura usó ese episodio para torpedear la figura del líder?

–La Libertadora buscaba librar una orden de detención internacional para capturar a Perón y tenía problemas muy serios para encontrar pruebas por el lado del delito económico, la corrupción, digamos. Y se tomaron de la relación con Nelly porque en términos legales era un caso de estupro, que configuraba realmente un delito. Pero a diferencia de lo que sucede hoy, el delito de estupro en 1956 era un delito de acción privada, no de acción pública. O sea que si no había una víctima que se declarara como tal, no se podía proceder. La gran presión de la Libertadora, y de ahí el vía crucis que vive Nelly, era para que ella se declarara violada. Algo que no hace nunca, jamás dice algo así, pese a que por mantener esa actitud prácticamente se le va la vida.

 –En el contexto de luchas feministas, y dada la enorme sensibilidad existente acerca de las posiciones de poder y su aprovechamiento, ¿podes representarte qué impacto tendría hoy una relación como esta si trascendiera?

–Sería fundamentalmente distinto porque hoy el estupro es un delito de acción pública. Y también teniendo en cuenta toda la visibilizarían que hay sobre estos casos. Mientras escribía la novela, cuando elegí el tema y cuando lo desarrollé como lo desarrollé, fui totalmente consciente de esto. Lo que pasa es que hay más de una arista, por ejemplo, la que pueda provenir correctamente de una visión de género. Pero también está la posibilidad de que haya habido una elección. Yo no lo niego ni lo afirmo, por eso en la novela ese aspecto queda en danza. Por otro lado, el tiempo juega impugnando ese tipo de situaciones. Hoy, las fronteras entre lo que es normal o anormal es muy lábil. Yo me propuse no juzgar a los personajes. Es obvio que en la figura de Perón hay una característica que hace que la relación con Nelly no fuera casual. A los 50 años, él ya estaba conviviendo con una chica mendocina de 17. A Eva le llevaba 24 años. A Isabel le llevaba 36. O sea que hay una tendencia a relacionarse con mujeres mucho más jóvenes. Cuando se casa, Perón tenía 36 años; y su novia, 20. Es una característica que han estudiado todos sus biógrafos, sobre la cual hoy es muy difícil hacer algo así como un juicio moral. Por supuesto que si alguien quiere, puede hacerlo. Pero a mi entender, no es tan fácil decir unívocamente que eso debe ser juzgado de esa manera.

 –Nelly la pasó muy mal. Ahora bien, no es precisamente una mártir del peronismo. ¿Qué lugar crees que ocupa en la memoria peronista? ¿Es una figura que resulta incómoda?

–Creo que ha resultado incómoda incluso para el peronismo, debido a que es un personaje a quien la Libertadora pone en la vía judicial para incriminar a Perón. No es rescatada por el propio peronismo porque no es una figura que se politiza. En la novela lo cuento y lo acentúo: si algo tuvo claro Nelly era que no iba a reemplazar a Eva Perón. Ella iba a estar junto a la persona que amaba en otras cuerdas, en otras pulsaciones, y sin el voltaje de la pasión política que tenía Eva. Entonces no se constituye en una heroína perseguida del peronismo, aunque en verdad lo es. Es una víctima, que corre la suerte y termina atada al destino de alguien ligado a un movimiento popular, y encima es mujer. No hay altares en los que se la considere una mártir. A mí me interesó rescatar el valor y la coherencia de esa chica que defiende su lugar sin querer entrar en la historia política, de la cual de todas maneras formaba parte.

 –La historia de Nelly es también la historia de un abandono, al menos si uno piensa en cómo se corta la historia de amor…

–Eso también me pareció muy interesante novelísticamente. Cuando Perón queda resguardado en la cañonera paraguaya, antes de poder exiliarse, le envía cartas muy fuertes, en las que se ve un apego y una relación genuina. Pero después de irse de Paraguay, él pierde el contacto con ella. Acá tampoco es muy fácil impugnar o juzgar lo que le sucede a una persona en esa situación y con esos sentimientos. Pero, en efecto, hay un momento en que Perón desconecta. Y era un momento en que ella era perseguida por la dictadura, que la buscaba como una víctima propiciatoria. Ella sufre una serie de calamidades.

 –El peronismo ha sido un gran productor de literatura. Se podrían mencionar algunos libros muy famosos como “La novela de Perón” o “Santa Evita”, cuentos de Borges, de David Viñas, de Rodolfo Walsh. ¿Te atrae particularmente ese mundo?

–Sin duda que toda la carnadura que tiene un movimiento social con liderazgos tan fuertes como el de Perón y Evita es pasto de la literatura. Y hay otro componente que a mí me interesa mucho y le prestó atención en esta novela, que es la circulación de leyendas y habladurías. La creación de fake news, digamos, ya que la demencia periodística no es ninguna novedad. Todo eso que bascula entre la realidad, la habladuría, el mito popular, sin duda es atractivo para la literatura. Y eso, además, está muy presente especialmente en toda la literatura latinoamericana. Toda la saga de los dictadores, toda la novela del realismo mágico e inclusive las nuevas generaciones de narradores latinoamericanos como Juan Gabriel Vázquez o Jorge Volpi posan su mirada en eso, porque tiene una tremenda carnadura dramática y de fantasía popular.

 –¿Pensaste en algún sentido a la novela como una intervención en el presente?

–Hay cosas que uno hace deliberadamente y hay otras cosas que aparecen en el clima que uno está respirando. Yo no sé si son adrede algunos puentes que se trazan, pero los hay. Uno de esos puentes es el armado del juicio, la acusación a los padres de Nelly de cómplices de estupro, el apresamiento de Nelly en un correccional de prostitutas donde casi se muere. Todo eso fue un armado tremendo. Armaron incluso un tribunal ad hoc para juzgarla. Eso puede tener correspondencia con armados actuales. Otro puente inevitable es una cierta tendencia tanática, que consiste en matar al Eros popular y poner a la muerte en danza. Es algo que aparece en contextos en los que son arrinconados determinados proyectos políticos.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario