OLA DE
SAQUEOS Y DESIDIA PRESIDENCIAL.
por Jorge R. Enríquez
El día en que se
cumplían 30 años del inicio de la democracia encontró al país sumido en una ola
de saqueos que ha provocado, hasta ahora, más de una decena de muertos.
Todo comenzó la
semana pasada con un conflicto policial en Córdoba. El gobierno nacional quiso
desentenderse en un primer momento y no atendió los pedidos de auxilio de las
autoridades provinciales, pero en cuanto la violencia se desató intentó volver
sobre sus pasos. Para entonces, fuerzas policiales de otras provincias ya
habían parado y los saqueos se extendían por buena parte del país.
¿Qué hay detrás? Al
margen de delincuentes comunes y activistas de sectores políticos marginales
que nunca faltan, la tensión revela un problema social que permanecía oculto o
latente. Es una realidad innegable que los salarios de muchos policías
provinciales son muy bajos. Esto no justifica que de la noche a la mañana dejen
indefensas a las sociedades que deben proteger, porque trabajan en una actividad
esencial para la seguridad ciudadana, pero explica el origen de la cuestión.
En el fondo, lo que
vemos son las consecuencias de la persistente y negada inflación, que se
manifiesta con toda su crudeza cuando la economía no permite ya que los aumentos
salariales la alcancen en su veloz carrera, porque el modelo económico se halla
completamente agotado.
Junto a esto, es
lamentable observar que, una vez desatados los saqueos, muchas personas que son
simples vecinos hayan tomado ventaja de esa situación. Es este un triste
indicador de la ruptura de lazos sociales y de anomia, sin duda potenciado por
el pésimo ejemplo que viene de los estratos superiores del poder político.
Mientras millones
de argentinos vivían una jornada de temor y zozobra, y algunos perdían la vida,
la señora de Kirchner no sólo no suspendió los festejos organizados por los 30
años de la democracia, sino que aprovechó la ocasión para danzar como una
colegiala en una fiesta de egresados.
El patetismo de la
contraposición de imágenes no pudo ser más oprobioso. Todo ello agravado por un
discurso que le imprimió al acto un inequívoco sesgo partidario, demostrando
que la supuesta política de 'paz y amor' no era más que una mascarada para
ganar tiempo. La Argentina necesita gestos sinceros de grandeza y generosidad,
no muecas dictadas por la hipocresía
Si todo vale
arriba, muchas personas lo decodifican como un permiso para que todo valga
también abajo. La reconstrucción cultural será más larga y compleja que la
reconstrucción económica.
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