lunes, 19 de agosto de 2013

CHAU CAMPORA?


TRIUNFO DE LA REPUBLICA, FRACASO DEL KIRCHNERISMO

Por Jorge R. Enríquez

El resultado de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) fue una dura derrota del gobierno nacional, de cualquier forma que se lo mida. Uno de cada cuatro argentinos solamente apoyó al kirchnerismo.

En 2011 había obtenido en todo el país alrededor del 54%. El domingo pasado logró la proeza de perder unos 28 puntos, ya que se ubicó en torno al 26%.

Es cierto que por lo general en las elecciones presidenciales hay una tendencia a la polarización y en las legislativas a la disgregación de los votos, por lo que una comparación más adecuada debería tener en cuenta los votos obtenidos por el actual oficialismo en otros comicios de medio término, pero aún así el derrumbe es notable.

A esa conclusión se arriba si se toma como término de comparación la peor elección de medio término del matrimonio Kirchner, la de 2009, ya que en ese año obtuvieron un 31%.

El análisis debería detenerse en la situación de cada distrito, pero en líneas generales puede señalarse que, como se advertía en los pronósticos de los encuestadores, el oficialismo perdió de manera contundente en la Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza. Esa sangría de votos debía ser compensada por los afluentes de distritos en los que el peronismo gobernante es tradicionalmente fuerte, como la provincia de Buenos Aires y las provincias chicas.

Pero esos bastiones no fueron tales.

En primer lugar, la escisión de Sergio Massa y de algunos intendentes del Gran Buenos Aires, implicó una fractura de proporciones en el electorado peronista bonaerense. La lista de Massa alcanzó un 35% de los sufragios, a más de 5 puntos de la del kirchnerismo, liderada -por los menos nominalmente- por Martín Insaurralde.

Esa pérdida, en el distrito que concentra un 40% de los votos del país, no podía ser compensada ya por el caudal de las provincias chicas. Aún estas redujeron el capital electoral oficialista, con casos notables como los de La Rioja, San Juan, Catamarca, Chubut y Santa Cruz donde se impusieron la Unión Cívica Radical y otras expresiones opositoras-

En la Ciudad de Buenos Aires, los candidatos de PRO, Gabriela Michetti y Sergio Bergman obtuvieron los primeros lugares. No obstante, algunos analistas políticos señalan que si se suman los votos obtenidos por los candidatos de las cuatro listas del espacio UNEN, esta alianza superaría a la fuerza de Mauricio Macri, en las listas de diputados y de senadores.

Olvidan que no se votaron partidos o frentes electorales, ni siquiera  candidatos, sino precandidatos y que para la mayoría e la gente se trató solamente de una encuesta y que los guarismos van a variar de acá a octubre. En particular, es muy difícil que UNEN logre mantener su cohesión, porque muchos que votaron a esa coalición, estimulados por el hecho de que verdaderamente realizaba elecciones internas, no van a mantener  esa preferencia.

Por eso es muy probable que ese colectivo pierda parte de sus votantes, sobre todo para la elección de senadores. Pino Solanas, cuya admiración por el chavismo es bien conocida, no es un trago fácil para muchos ciudadanos de ideas republicanas. Una fracción de ellos optará, sin dudas, por Gabriela Michetti. Los cortes de boletas que se advirtieron en el recuento de votos avalan esta afirmación.

Parecería, entonces, que los votos que obtuvieron los precandidatos de PRO son el piso, el que se podría elevar unos cuantos puntos en octubre próximo.

En ese marco, el FPV no hizo en la ciudad una elección muy mala, pero es probable que ese haya sido su techo y que no logre colocar ni el senador por la minoría.

¿Cómo reaccionó Cristina frente a este nuevo escenario?

Si algún iluso creyó que después de la severa derrota en las elecciones primarias la presidente iba a cambiar el rumbo, sus palabras posteriores dejaron en claro que no ha tomado nota del nuevo panorama político y social. Sólo cabe esperar más de lo mismo, lo que agudizará las tensiones de los dos últimos años de su gestión, que estarán signados por crecientes problemas económicos en un marco de mayor debilidad política.

Primero negó la derrota y luego, fiel a su estilo confrontativo, adelantó que no va a cambiar las políticas de su gobierno, cuyo fracaso es cada día más evidente.

Es que el "relato", pergeñado para engañar a los demás, ha terminado  imponiéndole límites a sus propios autores.

En una de sus primeras manifestaciones públicas luego de la derrta electoral del pasado domingo, la señora de Kichner puso en evidencia la concepción corporativista y antirrepublicana que la anima, cuando dijo que hablaría con empresarios, industriales y sindicalistas, a los que llamó los titulares, y no con los suplentes que aquellos pusieron en las litas, en alusión a los legisladores de la oposición. Desde su tumba, Mussolini celebra la vigencia de sus ideas.

Fue más lejos aún cuando, al resaltar el triunfo del Frente para la Victoria en la Antártida, con 46 votos, la primera mandataria volvió a poner en duda su capacidad de comprender  la realidad. En un gobierno de corte tan personalista, ese rasgo abre profundas inquietudes respecto del tiempo que se avecina.

¿Cuáles fueron las causas de una derrota tan estrepitosa?

 Nunca hay, en los fenómenos sociales, un único factor que los explique. Pero el malestar de anchas franjas de la población ya era apreciable desde el año pasado y se cristalizó en las urnas el 11 de agosto.

Hay, por lo pronto, un extendido fastidio por la concentración del poder en una persona, por el desprecio de las instituciones, por los ataques a la prensa independiente y, sobre todo, por el intento de avasallar la independencia del Poder Judicial.

A eso se le agrega el serio problema de la corrupción. La corrupción existió durante todo el kirchnerato, pero el programa de televisión de Jorge Lanata consiguió llegar, por un canal de aire y en un formato popular, que combina el periodismo y el humor, a sectores que antes no le prestaban atención a esos hechos.

También la enorme inseguridad afecta de modo muy claro la calidad de vida de los argentinos y castiga a todas las clases sociales.

Pero tal vez todos esos factores no habrían cobrado la dimensión política que hoy tienen si no fuera porque la economía está evidenciando cada día mayores complicaciones.

El cepo cambiario, puesto en práctica apenas la señora de Kirchner ganó con una mayoría abrumadora las elecciones de 2011, ha sido nefasto para la actividad económica. Evitó la fuga de dólares al precio de impedir también que ingresaran nuevas divisas y de asfixiar a sectores como la construcción y la actividad inmobiliaria.

Ese cepo, a su vez, fue la salida improvisada que el gobierno encontró para procurar ponerle un torniquete a la sangría de divisas, que obedeció tanto al clima de desconfianza como a la necesidad de destinar enormes recursos a la importación de combustible, como corolario de una política energética catastrófica.

Las tragedias ferroviarias, los pésimos servicios públicos, desnudan a su turno la descapitalización de un país que despilfarró una década en gasto público improductivo y clientelismo.

Nada se hizo pensando en el futuro, sino en el rédito político más inmediato. Y, finalmente, el futuro llegó.

En este contexto, las economías regionales como las de Mendoza, San Juan o Catamarca, están sufriendo el atraso cambiario y la inflación, lo que les impide exportar sus productos. Por un lado, se elevan sus costos; por el otro, no pueden recuperarlos en los precios que perciben por los productos que exportan, porque el peso está artificialmente sobrevaluado.

El gobierno se niega a devaluar, porque teme que si lo hace eche más leña al fuego de una inflación creciente, que ya se estima en un 30% anual.

Las provincias petroleras también sufren por la falta de inversiones en el sector y advierten que la confiscación de YPF fue sólo una cortina de humo.

¿Cambiará el gobierno de ahora al 27 de octubre? Queda claro que no. Los cambios necesarios son muy profundos y contradicen el sacralizado "relato".

¿Qué cabe esperar, entonces? Más maquinita, más inflación, más clientelismo, más apriete a intendentes y gobernadores. Y, después del 27 de octubre, un escenario muy complejo, con la plena manifestación de las dificultades económicas y con un gobierno nacional muy debilitado.

 

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