domingo, 7 de julio de 2013

Nada hay nuevo bajo el sol...


COMO MAILIN PERO SIN SANTO Por Pinguy Juárez
Mailin, la fiesta de todos los años sin pena ni gloria.
Arrancó la nueva versión de la ya tradicional “feria” de artesanos de la ciudad capital, motorizada por el municipio, y cuya esencia en nada cambia el estilo o modalidad de las anteriores.
El sitio elegido para su montaje esta vez es el predio de Changolandia en el Parque Aguirre, un acierto, toda vez que ese sector del tradicional paseo urbano genera una convocatoria más masificada lo que no suele ser común.
Una rápida recorrida por la “feria” permite acaso sentar una comparación con las costumbres culturales del santiagueño semejante a la festividad de Mallín.
La gente concurre porque se le abre una tranquera para la expiación, pero no precisamente – es la impresión de siempre – porque encuentre algún atractivo o búsqueda entre las exposiciones de los feriantes de artesanías.
Las muestras están concentradas en una carpa de dimensiones apropiadas – una suerte de largo callejón – donde el movimiento de público es denso para observar lo que, en rigor, en distintos puntos de la ciudad rutinariamente ya se ve. Es decir, no hay nada novedoso ni llamativo. Y las ventas…? Es esto mismo… un signo de interrogación.
La semejanza con Mallín se traduce en que los visitantes ambulan casi en una actitud errática por el predio ferial, y su único punto de detención parte del atractivo culinario de las comidas típicas – léase empanadas – como que siempre en estas ferias fue materia abundante en la oferta.
Un escenario de proporciones también concita convocatoria para los números en vivo que se presentan, y cuya propagación por altavoces inunda fuertemente todo el perímetro con absoluta libertad de decibeles sonoros para que los ritmos de guarachas y chacareras conciten el atractivo de los gustos bien populares. Todo pareciera estar entonces perfectamente modulado.
La Feria Artesanal en el mes de la fundación de la ciudad, ciertamente, constituye un portal para que las clases populares tengan un vinculo de comunicación social que más que nada apunta a la recreación que a admirar lo que hacen precisamente los artesanos; una fuente de inspiración cultural que pareciera que a la mayoría solamente le interesa para ver, de paso. Pareciera que la intención final es meramente la de participar o más bien “estar” porque las circunstancias lo habilitan. Lo fuerte significa, en la medida de los bolsillos, comer empanadas acompañadas de una gaseosa o una cerveza.
Como Marlín, donde fuera de la promesa al santo que convoca a miles de devotos, es acaso una excusa para uno o tres días de concurrir al santuario y satisfacer el hábito o costumbre de asistir a los acontecimientos rodeados de tradición o popularidad; como casi un rito que dimana de un arraigo cultural que obliga la presencia.
Y la feria, casi a semejanza, es también eso… solamente que falta el “santo” aunque aquí no se justifique

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