PASO Y QUIERO
Por Jorge R. Enríquez
Las primarias abiertas, obligatorias y simultáneas
(PASO) tienen aspectos positivos y otros cuestionables.
Entre los últimos,
resulta difícil de justificar la obligatoriedad del voto. Ya es opinable esa
obligatoriedad en las elecciones generales. Tal característica nació con la ley
Sáenz Peña en 1912. Entonces podía entenderse. Había que crear al votante. En
1994 fue incorporada a la Constitución Nacional, de manera que ahora una
ley no podría suprimirla. Pero extender esa exigencia a elecciones internas
parece una demasía.
El hecho de que
cualquier ciudadano tenga el derecho de votar en la primaria de cualquier
partido, aunque no esté afiliado a él o aunque esté afiliado a otro, es también
controvertido. ¿Qué sentido tiene en la actualidad ser afiliado a un partido?
Las primarias abiertas son tradicionales en los Estados Unidos, pero en Europa,
donde los partidos son más fuertes, son cerradas. Hay un propósito loable en la
apertura: que los ciudadanos participen y que se rompan las oligarquías
partidarias. La contracara es el debilitamiento de los partidos políticos.
A ese
debilitamiento concurre la posibilidad de que haya listas en las alianzas que
mezclen candidatos de diferentes. Veamos el caso, por ejemplo, de UNEN.
Esta alianza entre
la Unión Cívica Radical, el Partido Socialista, la Coalición Cívica y otros
partidos es muy meritoria, porque responde a la demanda ciudadana de unión
entre sectores afines y porque permite que el voto popular sea el que ordene
cómo se conformará la lista para octubre.
Ahora bien, es raro
que los radicales Ricardo Gil Lavedra y Rodolfo Terragno estén en listas
distintas, del mismo modo que lo están los "aristas" Elisa
Carrió y Alfonso Prat Gay. ¿Carrió debe desear que su correligionario Prat Gay
pierda la precandidatura a senador ante Pino Solanas, que es de otro partido?
¿Gil Lavedra debe desear que gane Prat Gay en lugar de su correligionario
Terragno?
Lo natural hubiera
sido que cada partido, mediante elecciones internas, determinara sus listas, y
que después la ciudadanía en primarias abiertas eligiera entre esas listas
cuando existieran alianzas. El sistema actual es confuso y contribuye a
desdibujar los perfiles partidarios. Se termina votando a personas, no a
partidos. ¿Cómo jugará ese modo de elección en la conformación de los bloques
parlamentarios? ¿Se respetará la particular integración de esas listas o cada
uno volverá al redil partidario?
Insisto: es bueno
que los partidos afines se unan, pero ¿cuán afines son los partidos que
integran UNEN? Pareciera que el radicalismo y el socialismo lo son, por lo
menos desde que, superando antiguas antipatías, se aliaron en la Unión
Democrática en 1945. Sin embargo, la presencia de Pino Solanas despierta muchas
dudas. ¿Qué tiene en común un peronista y chavista como él con la republicana
Elisa Carrió?
El mismo Solanas ha
dicho que se trata solamente de una alianza electoral. Traducción: se trata de
un acuerdo meramente oportunista. Los porteños deben prestar mucha atención a
esas inconsecuencias y tener bien afiladas las tijeras. Nadie está obligado a
adquirir esos combos contra natura.
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